Arte Local
El arte expresa una búsqueda de representación y significado. Transforma la sociedad y evoluciona con ella. La educación en toda sensibilidad resulta esencial por su potencia emancipadora y de cambiar vidas. Este año, mostramos el arte de Vicente López, barrio del Instituto, para quienes se acercan al Instituto.

¡Comienza el recorrido!
El arte expresa una búsqueda de representación y significado. Transforma la sociedad y evoluciona con ella. La educación en toda sensibilidad resulta esencial por su potencia emancipadora y de cambiar vidas. Este año, mostramos el arte de Vicente López, barrio del Instituto, para quienes se acercan al Instituto. Te invitamos a recorrerlo cuando sientas curiosidad por descubrir nuevos lugares, colores y voces dentro de tu propio paisaje urbano.
ENTREVISTA A JUAN JOSÉ BECERRA
“El poder no puede doblegar a la literatura”
Amateurs entrevistó a Juan José Becerra, autor de ensayos como Grasa (2007) y Fenómenos argentinos (2018) y de novelas como El espectáculo del tiempo (2015) y El artista más grande del mundo (2017). El lugar de la literatura, el lector y la creación en el mundo de hoy fueron los tópicos por los que discurrió el diálogo, mediado por WhatsApp.
Para Amateurs, por Adriano Dell’Orco
​​
El autor y la charla
​
Juan José Becerra nació en Junín un 15 de junio de 1965. Escribió en la desaparecida revista Les Inrockuptibles, en su edición latinoamericana. Gran parte de su vida en Vicente López, donde forjó amistades que todavía lo persiguen. Cuando dio clases de guion cinematográfico en la Universidad Nacional de La Plata, se mudó a Gonnet, en las afueras de La Plata. Actualmente escribe regularmente en páginas web y medios digitales, como La Agenda de Buenos Aires, y en medios de distintas partes del mundo.
Dada la distancia y el tiempo que su trabajo le permite, la entrevista no pudo realizarse de forma presencial. Por lo tanto, apelamos a las posibilidades abiertas por las nuevas tecnologías. La modalidad fue la siguiente: formulamos series de preguntas encadenadas a modo de guía sobre cinco tópicos y el escritor contestó vía audio. La riqueza de las respuestas no sólo está en las palabras del escritor y sus conceptos, sino también en el juego de contrastes entre las herramientas utilizadas y sus respuestas: entre lo que calla y lo que elige; entre sus preferencias versus sus inquietudes. El resultado fue esta suerte de monólogo interior que preferimos no interrumpir con nuestras torpes preguntas.
La literatura como lugar y resistencia
​
¡Hola Adriano! Bueno, voy contestando… ¿Cómo me llevo con las con las tecnologías? En realidad, es según el momento y según el servicio tecnológico. Con la inteligencia artificial no me llevo. Tengo un vínculo de indiferencia. No, no me interesa que exista o lo que es capaz de hacer. Siento que por el momento no la necesito. No me atrae. No la deseo. Con el teléfono, por momentos tengo un vínculo de adicción que ya me gustaría resolverlo, también por el lado de la indiferencia (Risas)
¿En qué cambian estos instrumentos, estas herramientas, mi relación con la literatura? La verdad es que no veo que estén vinculadas. Porque la literatura para mí es una cosa muy, muy antigua, sobre todo en contraste con la época, por la velocidad a la que sucede la literatura. Por el tiempo que pide, es excluyente su vínculo con la literatura, con lo cual, no hay segundos planos. Si leés, si escribís, te tenés que dedicar a ella dándole tu tiempo personal pleno. Lo que dure el momento de la relación, que se puede suspender y retomar, pero no me parece que tenga una intervención, al menos yo no la veo, directa sobre las cuestiones de hacer literatura.
En cuanto a mis lectores fantasmas o a los que pueda imaginar, no es una cuestión en la que piense. Porque en realidad, creo que no está en mis planes cuando escribo ni siquiera lo que escribo. El asunto es que por la forma en la que escribo, no podría estar el lector presente en esa actividad desde el afuera de la escritura. Sería un paso posterior del porvenir de la escritura. En realidad, no me fijo en eso. Cuando me cruzo con un lector que me habla de mis libros, por supuesto que no rechazo el encuentro, al contrario, pero me gusta más conocer a la persona en sí que al lector que hay en el interior de esa persona. Me gusta más ampliar el encuentro, en el caso de que suceda y a veces sucede, y no reducirlo al vínculo que puede haber entre esa persona como lector de mis libros y yo como escritor, sino a qué tipo de vínculos entre dos personas que se desentienden de lo que los reunió. Me gusta mucho más eso.
Los modos de circulación no sé si cambiaron. Para mí son los clásicos. El libro sigue siendo predominantemente de papel, circula con una distribución y una logística que es la de siempre… Quizá puede haber, y esto es una buena noticia, un recorrido menos veloz, pero más extendido en favor de editoriales independientes que tienen más paciencia, que tienen códigos comerciales que son diferentes a la de las grandes editoriales. O sea, son mejores y me parece que son los instrumentos clásicos que van a hacer que la literatura sobreviva sin problemas. Podrían desaparecer las grandes editoriales, pero mientras queden las chicas, la literatura publicada sobrevivirá.
En cuanto a la presión sobre el escritor para que ser popular, o para que esté en las redes o para que tenga posteos virales, sinceramente no la siento. Cuando me siento a escribir no siento ninguna presión. Te diría que es el momento, el único momento de la vida en que la presión no existe. Ahora bien, uno puede fabricarse presiones artificiales, inexistentes. Desde el punto de vista del objetivo material, uno podría decir “yo necesito ser un escritor que posteé cosas y que lo likeen constantemente”. Tengo redes, pero no escribo en las redes. Nunca hice un tuit, por ejemplo. Lo que hago es colgar notas que escribo o algunas entrevistas, y en Instagram sólo cosas vinculadas a los libros. Por lo general estoy como desaparecido de ese mundo. Si hubiera algún tipo de presión, que en todo caso no es literaria, no es artística, es social o cultural, habría que desentenderse de esa presión, resistir a esa presión, porque sinceramente no sé muy bien que se gana cediendo a ese tipo de presiones. Imaginemos que se gana algo. ¿Qué es eso que se podría ganar? ¿Tener una figura? Me parece que son boludeces y que no tienen nada que ver con la literatura. Nada, cero, ni siquiera un porcentaje bajo. La literatura está para resistir la presión o para ignorarla, y no creo que su razón de ser sea la de concederle a la presión algo de sí misma. Te diría que, al contrario. Ahí donde hay presión, hay que desarticularla.
En cuanto a esta nueva realidad que convive con lo virtual, lo inmediato, lo fragmentado y la inteligencia artificial, no la veo como una amenaza. Creo que la indiferencia de la literatura no es tanto con esos instrumentos y con las presiones que ejercen esos instrumentos, como con la época. Me parece que la literatura siempre se desentendió de la época. La literatura no tiene una correspondencia con la actualidad. Te diría que, todo lo contrario. Habla de otras cosas, habla de lo que dura, de lo constante. Entonces, lo inmediato, yo creo que siempre le resbaló a la literatura. Podrían ser otras las presiones, ¿no? Supongamos que las presiones que tenemos hoy no son éstas sino las del siglo XVIII o las de cuando se inventó la imprenta. Creo que en ese momento la literatura también era indiferente a esas presiones. Creo que existe y persiste, sobre todo, que es una manera reincidente de existir, de espalda a las épocas. Entonces, si lo hace de una manera general, por principio, también lo hace con ésta. Medio que a la literatura le chupa un huevo la época. Esa es la impresión que tengo yo. Ojalá sea así.
El arte para mí, las disciplinas artísticas son disciplinas sobrevivientes. Tienen, si tienen, una presión que es biológica, de su propio organismo. Entonces, me parece a mí que siempre se las arregló, el arte en general y la literatura en particular, para seguir existiendo, y siempre fue un poder marginal que no puede competir, en términos de cantidad o de volumen, con otros poderes, pero de alguna manera, hace su trabajo y lo hace por filtración. Creo que (la literatura) tiene como una sagacidad de tipo animal que es la que garantice su supervivencia y, por lo tanto, no tiene ningún problema en sobrevivir, aunque sea una disciplina marginal porque siempre termina sobreviviendo. Fijate que contra toda la lista de distracciones contra la que la literatura compitió, siempre fue a pérdida. Primero la literatura hablada contra el libro, después contra la radio, después contra la televisión y luego contra el cine, ahora contra el teléfono. Es decir, no hay caso. Aun cuando es un poder marginal, es evidentemente un poder muy muy resistente, porque la competencia desleal a la que es sometida, nunca termina de doblegarla. El poder no puede doblegar a la literatura, aunque es un poder pequeño.
Estoy leyendo la cuarta pregunta y era un poco lo que hablaba en la anterior. La literatura no compite para mí con las plataformas o con las otras distracciones. Es algo muy muy específico que no se encuentra en ningún lado. Supongamos que fuese una oferta distractiva como otras, como podrían ser ofertas culturales más populares. Aun cuando fuese así, al pedir tiempo pleno, tiempo excluyente, lo pide bajo las condiciones de la lentitud. Es única. Entonces no la veo compitiendo, y creo que por esas circunstancias es quizá una disciplina tan arrogante. Es como si estuviese diciendo: “Bueno, si ustedes quieren literatura, entonces, las condiciones las pongo yo”. Si la literatura hablara, diría eso. Nadie le va a poner condiciones a la literatura. Es ella la que pone las condiciones y está en uno ceder a esas condiciones. El costo que se tiene que pagar por ella está vinculado a la unidad tiempo. Ese es el verdadero oro. Si por ejemplo digo que voy a leer En busca a tiempo perdido que son tres mil quinientas páginas y que voy a tardar meses, ¿es un tiempo que estoy dispuesto a darle? Por ahí no. Por ahí se lo doy a Netflix. Pero si se lo doy a la literatura tengo que respetar sus condiciones de lentitud, que me va a llevar a una experiencia de intensidad que las plataformas no me van a dar. Entonces, lo que perdés, por un lado, esa inversión en tiempo, es evidente que lo ganas por otro.
Y completo esta pregunta. No sé si la función de la literatura tiene que ver con la resistencia en el sentido social. Yo veo que todo lo que puede producir, no lo hace a nivel social, y ese es su encanto. Lo produce a nivel individual, en términos de relación uno a uno. Cuando se lee un libro es una relación de uno con otra cosa. Es una relación de dos términos. No interviene ningún tercero. Entonces, me parece que si hay una revolución es de tipo minimalista, si querés. Como lector de literatura más que como escritor, se siente que opera en uno una modificación, una alteración del código interior, por decirlo así. Si uno no está muy bien asentado por cuestiones de narcisismo, cree que defiende su identidad, y en fin, bueno, los vínculos tienen que ver con la defensa de la identidad frente a los demás. Entonces la literatura, me parece, produce ahí una especie de cimbronazo en el fondo de esas falsas identidad en las que todos nos reconocemos. Ahí está su revolución. A una persona, para que se le produzca esa revolución personal, para recibir en su interior un cambio, quizás le baste con leer El Aleph. Al cabo de esa experiencia no sos la misma persona. Esto puede ocurrir en muchos campos por fuera de la literatura, pero me parece que hay una tendencia de la literatura a producir ese tipo de descalabro interior, que creo que es lo mejor que tiene. La literatura, digo, el arte también. Me refiero a una literatura de conmoción. No a la literatura de que lindo, lo leí, me gustó, y ahora me veo Netflix, y ahora hago una cosa más liviana. Me refiero a una literatura pesada, a la que es capaz de caer dentro de uno y producir, no una alteración en sentido de cambiar radicalmente lo que uno cree que es, sino de algo incluso mucho mejor, de encontrar lo de uno en uno, que a veces, uno solo no logra encontrarlo.
Bueno. Le di a la lata un poco. Fijate si te sirve y sino chiflame y agrego algo más. No quería ser muy larguero, pero son muy lindas las preguntas como para conversarlas.

